lunes, 6 de diciembre de 2010

las cosas por su nombre

¡Cuánto ayuda ponerle nombre a las cosas! supongo que debe tener que ver con que uno puede nombrar lo que conoce. Ayuda a reconocer a los propios demonios, a esas emociones que te invaden, que no sabes bien de donde vienen pero que dejan a su paso angustia o por lo menos desazón.
Hoy, terapia de por medio, apareció la bendita palabra, el nombre de la emoción, y eso que se me hacía un nudo en el pecho fue aflojando. No huyó despavorido, pero fue como enfrentarse con un enemigo y mirarlo a la cara sin miedo y decirle "yo te conozco".

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