miércoles, 31 de agosto de 2011

Candelas

Hay un dolor mayor a la pérdida de un hijo, es saber que sufrió lejos los últimos instantes. Me pasa que no puedo ni hablar del tema ni dejar de hacerlo. Como si  hacerlo sería faltar el respeto al dolor ajeno y  no hacerlo sería hacerme la que "aquí no ha pasado nada".
Estoy hablando de la desaparición y muerte de Candela... y de tantos.
Se me hizo un nudo en el pecho.No me fluye el aire y solo pienso, que ojalá no haya sufrido. Que ojalá sea la última.
Pienso que la maldad, la injusticia, la cobardía, en fin, la muerte nos repugna porque estamos hechos para otra cosa. Pienso en que ojalá que la rebelión que generan nos sirva de energía para revertir.
Pienso en el dolor de su mamá y me trabo, no puedo seguir... no pensando al menos. Siento, eso sí, que el aire no fluye bien, siento un enorme deseo de abrazar a su mamá y a tantos que siguen buscando vida y encontrando muerte. Siento que si me dejo ganar por el desánimo me dejo ganar por la muerte. Siento que no tengo nada "para dar" para estos dolores múltiples... y siento, otra vez, aunque parezca inútil "vengo a ofrecer mi corazón".

4 comentarios:

Familiarizada dijo...

cuanta maldad que hay en este mundo

Anónimo dijo...

es increíble, no? creo que igual hay que seguir aportando amor, aunque sea chiquito

madreinargentina dijo...

¿De qué manera se le explica a los hijos que estas cosas existen, cuando todavía uno no es capaz de entenderlo?

Anónimo dijo...

Es imposible. Te cuento que mi gordita (3 años) escuchó (esas cosas que se te pasan) un pedacito del noticiero que pasaban una escucha telefónica, y le dice a mi marido "¿a mi no me vas a ver más?". Se me heló la sangre.
Gracias por tu lectura y comentarios. Taio